I. Miguel:
“Ya no te reconozco en tu mirada”. Quién te pidió que fueras sincera, ¿aún no te has enterado tras cinco años de relación de que prefiero las mentiras piadosas a las verdades que hieren? Hubiese preferido un ya no te quiero, hasta un me he enamorado de otro, pero no, tú tenías que ser sincera, me tenías que dejar claro que no es que no haya sido capaz de retenerte, es que ni siquiera he sido capaz de retenerme a mí mismo, que el que hoy soy no tiene nada que ver con la persona de la que te enamoraste. Me tenías que dejar bien claro que nuestro fracaso (mi fracaso) no es más que el resultado de mi cobardía. No, tranquila, no voy a pedirte una segunda oportunidad, te quiero demasiado para eso.
Y ahora qué, se supone que es ahora cuando tengo que dar un cambio a mi vida, cuando tengo que tomar las riendas y afrontar y enfrentarme a todo, pero, sinceramente, la apatía me lo impide. ¿Sorprendida?, no, ya sé que no, era por preguntar.
II. Amanda:
Para serte sincera he de decirte que me sorprende verte en ese estado, no entiendo cómo una persona como tú puede dejarse vencer, qué fue lo que pasó, cuándo cambiaste. Lo peor de todo es que no puedo evitar sentirme culpable. Estaba a tu lado y no fui capaz de ayudarte, no sé si por incapacidad mía o por tu capacidad de encerrarte en ti mismo. Da igual, el caso es que no estuve a la altura y ahora me voy. No sé si esto es una huida, probablemente lo sea. Me aterra verte así. Me aterra pensar que eso me puede pasar a mí. No quiero Miguel, no quiero dejar de soñar, no quiero dejar de luchar. Suena irónico, creo que es eso precisamente lo que estoy haciendo, he dejado de luchar por ti, por nosotros (por mí). Ojalá algún día te des cuenta de cuánto vales, lástima que yo no haya sido capaz de descubrírtelo. Sé que tú no piensas igual, crees que siempre te he tenido idealizado y que ahora me he dado cuenta de que todo este tiempo he estado equivocada, de que por fin ahora te he visto tal y como eres. Qué equivocado estás. Si supieras que realmente me voy porque me duele verte así, porque no he sido capaz de ayudarte, porque me duele demasiado ser testigo de tu autodestrucción.